This guest post was written by Juan-Pablo Saju, Verbum Spanish Products Manager.
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La Vid y los Sarmientos
15 1 «Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. 2 Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto.3 Ustedes están ya limpios gracias a la palabra que les he dicho.4 Permanezcan en mí, como yo en ustedes. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco ustedes si no permanecen en mí.5 Yo soy la vid; ustedes los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no pueden hacer nada.6 Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden.7 Si permanecen en mí, y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo conseguirán.8 La gloria de mi Padre está en que den mucho fruto, y sean mis discípulos (Jn. 15: 1-8)
Comentario:
Estos versículos constituyen uno de los sermones de despedida del Señor antes de su pasión y muerte en la cruz. Por eso están llenos de misericordia y apuntan a que pase lo que pase la unión de los discípulos con él permanecerá. Es así que la permanencia, la santidad y el amor son esenciales a este discurso.
Un primer desarrollo de la imagen aplicada a Cristo como vid y al Padre como labrador con una invitación a permanecer (Jn 15:1-4); un segundo desarrollo con la idea de Cristo vid y los discípulos los sarmientos y poniendo de relieve la necesidad del permanecer (Jn 15:5-8); una especificación sobre el amor como forma de fructificación remontándose al amor del Padre y de Cristo (Jn 15:9-11); finalmente la reiteración del mandamiento nuevo (Jn 15:12-17). [2]
El gran monólogo comienza con una forma especial de expresarse. Ya algunas veces Jesús ha dicho frases ‘yo soy.’ Pero lo peculiar, esta vez, precisamente ahora cuando comunicativamente es tan necesario ‘permanecer’ en diálogo mutuo, es el hecho de que este ‘Yo soy’ se complementa con ‘Mi Padre es’ y ‘Vosotros sois’: ‘Yo soy la vid verdadera’ (Jn 15:1), ‘Yo soy la vid’ (Jn 15:5), ‘Mi Padre es el viñador’ (Jn 15:1) y ‘Vosotros sois los sarmientos / las cepas’ (Jn 15:5). Se emplea un leguaje figurado que, con todo, mantiene unidos a los distintos miembros que entran en acción con sus evidentes papeles diferenciados, gracias a la simplicidad de la imagen y que, sobre todo, apela a una forma intensa de trabajo conjunto y vida en común.[3]
En esta metáfora de la vid y los sarmientos Jesús es la vid que alimenta y hace crecer a los sarmientos. Estos se unen al Señor a través de la fe y de la gracia. Esta última es precisamente la savia que da vida a los sarmientos. Es por eso que para que se mantengan vivos, los seguidores de Jesús deben estar unidos a la vid que es el mismo Señor. En el mismo v1 Jesús llama al Padre el viñador, y con este nombre quiere significar que él es el que ama y cuida que los sarmientos se mantengan unidos a la vid, o sea que los discípulos estén en Jesús y así toda la viña crezca en el amor y en santidad.
“La frase, entonces, se acomoda muy bien a lo que la metáfora de la vid ha evocado como ideas plásticas. La metáfora trata, pues, de la vid de Israel, de quien Dios se ha hecho responsable a través del premio y del castigo. Hay que pensar en el canto a la viña de Is 5, que se resiste a dar buenos frutos; o en las vides caídas, como se las describe en Ez 15,17 y 19,10-14: Israel, que es aniquilado, quemado, que está seco y se lo arranca; o a la grandiosa descripción en el Salmo 80, donde incluso se llama una vez a la viña «Hijo de Dios» (Sal 80:16). También esta frase «yo soy» verbaliza que Jesús es Israel en persona, aquí junto con sus discípulos y bajo la especial conducción de Dios mismo.”[4]
En el Jn 15:2, precisamente el Señor señala que el Padre quiere que su viña sea fructífera y es por eso que corta todo sarmiento que no da fruto, toda persona que no quiere crecer en la virtud y en el amor que Jesús nos dona no puede permanecer unida a él.
Ahora en el caso de los discípulos que sí dan frutos, que son fieles a la gracias y a los dones de Jesús haciéndolos abundar, el Padre los limpia de las pequeñas imperfecciones, fallas y egoísmos que pueden tener los actos de estas personas, para que los frutos que produzcan sean cada vez más perfectos porque responde o son fruto de una obra más purificada.
En el Jn 15:3, Jesús se dirige a quienes lo están escuchando en ese momento y a nosotros que lo leemos movidos por el Espíritu. Estas hermosas palabras del Señor nos llenan de confianza ya que si escuchamos su palabra con fe y dejamos que el Espíritu la haga vida dentro nuestro, esta nos limpia y purifica de nuestras falencias y debilidades. Así la Palabra del Señor se convierte en la luz de nuestros ojos que nos guía y el poder interno que purifica y da fuerza para hacer el bien.
Es por eso que en el Jn 15:4, Jesús da la conclusión lógica de lo que ha enseñado en los tres versículos anteriores y es que para que nuestros actos sean fructíferos, o sea para tener la fuerza de que nuestras obras estén llenas de amor y que nuestras almas queden purificadas de toda mala intención debemos permanecer juntos a Jesús. O sea los sarmientos deben estar siempre unidos a la vid.
En el Jn 15:5, el Señor enfatiza lo que había dicho al comenzar la metáfora de que él es la vid y nosotros los sarmientos, para remarcar la importancia de estar unidos a él debido a la necesidad que tenemos, por el hecho de ser débiles, de sus dones y poder para hacer hasta la mínima obra de amor perfectamente, y digo esto fundado en la contundente afirmación de Jesús: “porque separados de mí no pueden hacer nada”.
En el v6 el Señor señala la consecuencia que sufren las almas que no están unidas a él y por lo tanto no reciben sus dones, ellos no solo permanecen fuera lejos de Jesús sino que no pueden recibir la vida que da la vid y por lo tanto quedan vacíos de obras de caridad y por eso el señor dice “se seca”. Y como no solo no producen buenas obras sino que sus actos son fallidos, son sarmientos condenados a la muerte. Así el Señor dice que son echadas al fuego y arden, ya que no tienen vida en sí mismas.
En el v7 Jesús nombra otro de los grandes frutos que nos da si permanecemos unidos a él y es la eficacia de nuestras oraciones. Pidamos lo que sea el Señor nos lo concederá. Otra vez el Señor llena nuestra alma de confianza sabiendo que nunca nada nos va a faltar.
Para terminar el evangelio de este domingo Jesús nos indica los dos modos como podemos dar gloria al padre. El primero es dando frutos en obras de bien y amor, y segundo permaneciendo unidos a él siendo sus discípulos.
Que después de escuchar estas palabras llenas de fuerza y confianza nuestras vidas se llenen de amor porque la gracia de Jesús está en nuestros corazones y de paz porque el Señor nunca nos abandonará dándonos todo lo necesario para ser felices.
[1] Biblia de Jerusalén Latinoamericana. (2007). (Jn 15.1–8). Bilbao: Desclée de Brouwer.
[2] Muñoz León, Domingo, Comentario Bíblico Latinoamericano, Nuevo Testamento, Evangelio según San Juan, EVD, 2007, 666 [3] Van Tilborg, Sjef, Comentario al Evangelio de Juan, EVD, 2012, 307. [4] Van Tilborg, Sjef, Comentario al Evangelio de Juan, EVD, 2012, 308.
Gracias por esta reflexión en español. Me gusta mucho. La única cosa que no me gusta es los recursos que usó no están disponible en Verbum. Solamente La biblia de Jerusalén. O si los otros recursos están disponible no puedo encontrarlos. Estoy esperando Sagrada Biblia” Traducida y comentada por Mons. Straubinger, revisión 2014 con la biblioteca Esencial.
Gracias por sus palabras.
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